martes, 3 de noviembre de 2020


 Las tardes con Andrea Diario digital

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octubre; por último, en el mes de marzo.

Esta fiesta iniciaba cuando se cortaba en el bosque el árbol llamado xócotl, al cual le quitaban la corteza y le ponían flores para adornarlo. En la celebración participaban todos, y se hacían ofrendas al árbol durante veinte días.

En el décimo mes del calendario se celebraba la Ueymicailhuitl o fiesta de los muertos grandes. Esta celebración se llevaba a cabo alrededor del 5 de agosto, cuando decían que caía el xócotl. En esta fiesta se realizaban procesiones que concluían con rondas en torno al árbol. Se acostumbraba realizar sacrificios de personas y se hacían grandes comidas. Después, ponían una figura de bledo en la punta del árbol y danzaban, vestidos con plumas preciosas y cascabeles. Al finalizar la fiesta, los jóvenes subían al árbol para quitar la figura, se derribaba el xócotl y terminaba la celebración. En esta fiesta, la gente acostumbraba colocar altares con ofrendas para recordar a sus muertos, lo que es el antecedente del actual altar de muertos.6​

Se honraba especialmente a quienes habían "levantado su sombra" (muerto) en alguna tarea especial: principalmente, a los guerreros y a las mujeres (véase Cihuateteotl) que murieron en el parto, que eran equiparadas a guerreros. Quienes murieron por un rayo o ahogados iban al Tlalocan. Desde antes de la llegada de los españoles, antes de que la religión católica llegara a Mesoamérica, muchas de las culturas prehispánicas tenían la creencia de una vida después de la muerte. Por ejemplo, según Luis Ramos, en su libro Culturas clásicas prehispánicas, en la cultura maya, cuando una persona moría, su alma iba al “inframundo”, conocido por ellos como Xibalbá. Según sus creencias, para llegar a este lugar, las almas debían de cruzar un río con la ayuda de un xoloitzcuintle; es por eso que dentro de los ritos funerarios de los mayas se encontraba el de enterrar a un perro de esta raza junto con la persona fallecida; de lo contrario, correría el riesgo de no llegar a Xibalbá y quedarse en el camino.7​

Transformación del ritual

Altar tradicional de Xantolo, en Hidalgo.
Cuando llegaron a América los españoles en el siglo XVI, trajeron sus propias celebraciones tradicionales para conmemorar a los difuntos, donde se recordaba a los muertos en el Día de Todos los Santos. Al convertir a los nativos del Nuevo Mundo, se dio lugar a un sincretismo que mezcló las tradiciones europeas y prehispánicas, haciendo coincidir las festividades católicas del Día de todos los Santos y Todas las Almas con el festival similar mesoamericano, creando el actual Día de Muertos.

Otros elementos influirían en la evolución de las actuales costumbres del Día de Muertos; por ejemplo, en el centro del país, las epidemias que durante siglos azotaron a la Ciudad de México llevaron a la creación de cementerios fuera de la ciudad, y fue hacia 1861 que el gobierno comenzó a hacerse cargo de los entierros. Asimismo, hacia 1859 se consolidó la costumbre de adornar las tumbas con flores y velas, visitar los panteones los días 1 y 2 de noviembre: la clase alta por las mañanas y los pobres por la tarde. La gente de clase alta aprovechaba estos días para poder estrenar sus ropas negras que preparaban desde antes para poder lucirlas en los panteones.[cita requerida]

Cuestionamiento al origen prehispánico
La antropóloga Elsa Malvido, fallecida en abril de 2011, ha criticado la explicación prehispánica y única del Día de muertos.8​ A través del análisis de prácticas asociadas con la muerte, entre los siglos XVIII y XIX, la también historiadora consideró que el nacionalismo posrevolucionario y las afirmaciones de Octavio Paz en El laberinto de la soledad erróneamente han impuesto la idea de que el Día de Muertos mexicano ha sido la resultante del sincretismo cimentado en las prácticas mortuorias mesoamericanas, pero entendidas como únicamente mexicas, con las católicas; esto con el fin de disminuir la influencia católica y unificar las prácticas culturales en México.

Para ella, lo asociado con el Día de muertos ha sido, más bien, la resultante de la historia de las prá
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cticas mortuorias (administración de cementerios, entierros, cremación) desde el periodo virreinal hasta la primera mitad del siglo XX, como de la liturgia católica de Todos los Santos y de Fieles Difuntos, con sus respectivas variantes según las regiones de México y Centroamérica, las cuales reflejan influencias indígenas y modernas propias de cada región. Así, por ejemplo, las prácticas culinarias (pan de muertos, calaveritas de dulce, el pib yucateco y otros platillos y dulces típicos de la fecha), la puesta de un altar y demás decoración asociada serían simplemente versiones locales de prácticas católicas similares a las presentes en zonas rurales de Europa, principalmente en España e Italia.9​

Patrimonio de la Humanidad

Vista desde una ofrenda hacia el estadio olímpico de la UNAM.

Ofrenda de Día de muertos.
En una ceremonia llevada a cabo en París (Francia) el 7 de noviembre de 2003 la Unesco distinguió a la festividad indígena de Día de Muertos como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. La distinción por considerar la Unesco que esta festividad es:

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